La explotación económica tiene a los seres humanos viviendo a ritmos acelerados. El secuestro de cada segundo de nuestras vidas cada vez toma más fuerza. La sociedad está al límite, pero pareciera no estarlo...pues habitamos en un mundo donde los monstruos son creados de la misma forma que son disimulados. De sutileza en sutileza cada injusticia se legitima mientras la infamia se acepta o pasa desapercibida, haciéndonos creer que todo hace parte de un proceso normal, cotidiano para un estilo de vida que ahora llaman “moderno”.
El modelo de desarrollo capitalista asocia tiempo con dinero, con acumulación de capital. Y las personas se ven sometidas a esta premisa que se impone en el trabajo, la casa, o la esquina del barrio, constituyéndose en consigna fundamental para la supervivencia. En este sentido, se entiende que si no se trabaja a un ritmo acelerado, durante una jornada de tiempo prolongado, a una velocidad rápida y constante, no se es “rentable”, “productivo”, y mucho menos importante para el modelo. Por tanto, se corre el riesgo de ser sustituido, máxime cuando hay millones de personas dispuestas a dejarse explotar para poder sostener económicamente a sus familias, así sea por medio de migajas.
Pero esto no sólo se aplica al trabajo. En las instituciones educativas también viene ocurriendo. En ellas, el modelo económico ha impuesto términos como “rentabilidad” y “eficiencia”, términos de la economía de mercado que se mezclan con el quehacer pedagógico, en los planes de estudio y la enseñanza. Ello ha provocado que escuelas, colegios y universidades, vengan incrementando e imponiendo al estudiantado una carga académica depredadora del tiempo, y tan deplorable como la explotación misma.
Trasnochar y madrugar se volvió una constante en los estudiantes. Responder por infinidad de tareas, y angustiantes evaluaciones, los llevó hacia esa lamentable situación. Y si sucede alguna queja, algún reproche ante este hecho, entonces un mismo chantaje siempre aparece: “a ustedes no les interesa ser buenos estudiantes”, (de la misma manera que a un trabajador explotado se le manipula diciéndole que no está siendo “eficiente”, porque no se deja explotar, porque manifiesta su cansancio).
Pero no hay de qué preocuparse…Porque para la explotación tanto laboral como académica ya existe una “solución”: LAS BEBIDAS ENERGIZANTES, producto mágico que hace llevadero el cansancio, el insomnio, todo el estrés y los problemas psicológicos que el modelo de desarrollo capitalista produce a través de la explotación.
Es preocupante la forma como se moldea nuestra sociedad. Cada vez son más los jóvenes y personas adultas que recurren a este tipo de pócimas mágicas (bebidas energizantes) que adaptan la infamia a la cotidianidad de los seres humanos, mostrando la explotación como algo normal para un “estilo de vida moderno”, como si nosotros hubiésemos escogido vivir de un modo deshumanizante donde todos nos hacemos enemigos entre sí, compitiendo unos con otros, pisoteando y hundiendo a los “no-eficientes”, aquellos que aún conservan su humanidad.