A quienes no escribo
ni visito
En
estas circunstancias uno comprueba que el poder es cuestión de rating. Y que el
vómito de los televisores es lo que hace a la sociedad. También compruebas que
las mentiras tienen más audiencia que el desengaño. Desengañarse, para nuestro
caso, es descubrir lo estúpido que has sido durante mucho tiempo. Aceptarlo no
es algo que resulte fácil: la gente estúpida es la que más ego tiene, la que
más enfurece cuando la mentira queda desnuda, y con ella la estupidez que
orienta sus vidas.
Aquí
descubres que el internet es una mierda, que la realidad es otra; que un
segundo de tacto es más eficaz que las miles de fotos y mensajes que has
enviado y descargado para evadir tu soledad. A mi me basta una o dos cartas a
la semana, y las fotos de siempre –incluida la del perro–. Esto no es
resignación. Es resistencia de quien lee y quien me escribe contra el rating.
Mañana
cumpliré seis meses... Solo el vómito de los televisores me incrimina, y uno
que otro encapuchado que recibe dinero por hacerlo. El desengaño ha sido claro
en responder que todo es montaje, que somos miles los detenidos por predicar el
desengaño. Pero la audiencia es mayor que los desengañados. Y los engañados reclaman
con furia los campos de concentración que el rating tiene para nosotros: las
cárceles que el poder vomita.
Diciembre 13 de 2012