Si sirve para
todo, es sospechoso
Por:
Alexander Escobar
alexanderinquieto@gmail.com
El concepto de tribus urbanas no deja
de asombrar. Sirve tanto para emos
del nuevo milenio como para hippies de los sesenta. Es tan simpático el término
que, si uno quisiera, hasta podría afirmar que el modelaje también conforma una
tribu de este tipo. Y no es una exageración. Pues el cuidado de la imagen, del
estilo, y los círculos sociales donde se mueve, deja indios agrupados alrededor de una práctica tribal que les diferencia y ubica en un lugar apartado de otros clanes.
Sin embargo, no especulemos, evitemos debates que pueden destapar
susceptibilidades, y alargar este artículo en más de quinientas cincuenta
palabras.
Es claro que hippies rezagados, raperos,
hip-hoperos, pokemones, skinheads, emos, metaleros,
punks, rastas, góticos, el Barón Rojo Sur… y demás homo sapiens sin clasificar,
buscan diferenciarse del resto de la sociedad, ya sea por razones políticas,
ideológicas, de gustos, o porque es la forma más efectiva de encontrar novia mientras
ocultas que perteneces a la misma legión de explotados. Dicho de otro modo, el
concepto de “tribus urbanas” es como la Pomada Chuchuguaza,
sirve para todo. Seamos más precisos.
Para los autores Pere-Oriol Costa, José Manuel Pérez Tornero y Fabio Tropea,
las tribus urbanas son aquellas “pandillas,
bandas o simplemente agrupaciones de jóvenes y adolescentes que se visten de
modo parecido y llamativo, siguen hábitos comunes y se hacen visibles, sobre
todo, en las grandes ciudades”. Así las cosas, es poco lo que resta para que
El Clavo Producciones sea catalogado como una tribu, aunque algunos clavianos,
seguramente, ya lo estarán.
Ahora bien, la generalidad de la definición
es lo que preocupa. Es flexible, maleable, y se adapta para cualquier contexto sociocultural, económico y político.
Y mi carácter, que es algo paranoico con temas académicos, no pasa por alto el
hecho, y responde con una sospecha necesaria. Porque aplicar la misma categoría
a grupos tan distintos entre sí, sólo puede significar dos cosas: o estamos
frente al afianzamiento de una corriente del pensamiento contemporáneo, o simplemente
hemos sido testigos de un falso positivo
intelectual.
Imagino que esperan que tome partido
sobre lo dicho. Pero no voy a definirme por el momento. Sólo voy a decir que
aún sigo sospechando. Escéptico. Porque una categoría no puede mezclar a “neonazis”,
con “contestatarios” y “revolucionarios” en un mismo cóctel, y luego esperar a
que no haya guayabo teórico, y tampoco puede mezclarse con idealistas,
ingenuos, y despistados que evaden un país de nueve millones de votantes insensatos
y a una tribu abstencionista de dieciséis millones de seres misteriosos.
Por eso no basta saber que existen
jóvenes o adolescentes “buscando una identidad” desligada de las normas aburridas,
segregacionistas y corruptas del “mundo adulto”. El problema también radica en
saber, por ejemplo, por qué los skinheads son fachos, el contexto que los
formó, y quiénes están interesados en que lo sigan siendo. Pues el problema no
sólo es social y cultural, también es político, y cuando la soledad y el
descontento se heredan en la misma medida en que crecen la desigualdad y el
pesimismo, entonces aparecen el suicidio, el conformismo, la resistencia, la
evasión, o el despiste de algunas tribus
imaginarias que luchan entre sí, y no
con el enemigo que disfruta del espectáculo.
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Artículo
publicado por la revista El Clavo,
en su edición número 53 de julio de 2010